"Diario secreto" en el blog Soltando lastre

Se dice de este Diario secreto 1836-1837 (Funambulista, 2011) que fue el texto más buscado en Rusia durante casi siglo y medio. Aunque su autoría no está del todo demostrada, de confirmarse a más de uno se le podría caer un mito. Al igual que ha sucedido recientemente con la Poesía licenciosa de Espronceda o, en su día, con los Borbones en pelota de los hermanos Bécquer, el hallazgo de estos documentos, concebidos sin duda más como divertimento o desagravio propio que para una posible publicación, han hecho estragos en la idealizada imagen que muchos tenían del romanticismo. El idolatrado hijo de la gran Rusia, Alexander Pushkin (1799-1837), tuvo tiempo en sus treinta y ocho años de vida para ejercer a conciencia un libertinaje que no tiene nada que envidiar al de Casanova. Pushkin tenía necesidad permanente de la vagina femenina -cito textualmente: "Mi intenso estudio sobre la vulva no me ha permitido comprender por qué surgen sentimientos tan fuertes con sólo mirarla"- y coleccionó amantes de todas las edades, frecuentaba los prostíbulos, lo hacía con sus propias doncellas e incluso con miembros de su propia familia, participando, por supuesto, en orgías desenfrenadas.
Sin embargo, tal derroche de facultades no impedía que estuviera apasionadamente enamorado de su mujer, Nataly, y que no soportara que ésta flirteara con un apuesto soldado, al que se vio obligado a retar en el duelo que provocaría su muerte: Pushkin no era amigo de disparar el primero y, aún así, se había salvado en los numerosos enfrentamientos por cuestiones de honor que había disputado.
La narración que nos presenta Funambulista recoge sus pensamientos desde un año atrás hasta casi el día anterior al fatídico duelo que segaría su vida. La injerencia en su cómoda vida del posible amante de su esposa le lleva a redactar un diario en el que justifica las razones de su comportamiento, describe sin escatimar detalles algunas escenas de sus amoríos, y reflexiona sobre cuestiones como la pasión, el matrimonio y, por supuesto, el sexo. Como confiesa en algún pasaje del libro, el autor de La hija del capitán no quería que nadie, ni los más cercanos, leyeran este catálogo de perversiones y bajezas; de ahí, probablemente, que no cuidara demasiado el estilo literario y no tuviera problemas en repetirse una y otra vez. Leyendo este curioso memorándum da la impresión de que es más importante lo que sucede en los márgenes del diario, en la vida real, que lo que Pushkin nos cuenta, exhausto de placer y de vivir al límite, a modo de reposo del guerrero. LEER MÁS

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