"Trivium" en la Biblioteca imaginaria




En el año 2010 la editorial Funambulista iniciaba su colección de poesía. Como editor debe de ser complicado decidir qué obra publicar primero, pero en este caso parece que la editorial lo tuvo claro e hizo una apuesta fuerte: reunir la extensísima obra poética del catalán Enrique Badosa, que abarca desde el año 1956 hasta el año 2010, en un único tomo de más de mil páginas: Trivium. ¡Y qué buena elección!

A pesar de sus muchas aportaciones al periodismo, la crítica, la poesía o el ensayo, y a pesar de haber recibido diversos premios nacionales, Badosa no ha sido tan conocido entre el público como otros autores de su generación: Caballero Bonald, Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Goytisolo o José Ángel Valente.

Quizá porque su poesía no podía enmarcarse en las características que se atribuían a esa generación literaria, ni probablemente en ninguna otra.

Toda la obra de Badosa rebosa un tinte clásico, con rima cuidada y con gusto por las estructuras tradicionales como el soneto, o el verso endecasílabo.  Su propia personalidad puede calificarse de clásica sin que la temática de su obra se reduzca a ningún canon establecido.

Habla con ansia en defensa del hombre y de la tierra, tratando de comprender el rumbo que toman las cosas a su alrededor mientras intenta sobrevivir con esperanza a la brutalidad de una época marcada por la violencia.

Su palabra es sincera, íntima, llena de una clara espiritualidad, de confesiones históricas y personales, y de críticas a la concepción del arte que a veces pueden resultar algo crudas:



“Ya sé que es todo inútil cuanto diga

acerca del cantar del cantautor.

Pero que al menos conste, (...)  que alguien hubo(...)

que amó la poesía por sí misma

y sin el tarará del guitarreo

que la reduce a letra de canción.”



Pero de eso se trata, de derramarse en la página tal y como se es, de dejar hablar al alma con la tinta, casi una obligación para el poeta, que escribe, 



“Ya que la vida es un lugar remoto

en donde pernoctar muy poco tiempo, (...)

En medio de la noche

vamos a despertar como quien cumple

el deber de ser libre.”



En su defensa por un lenguaje puro y estético, podemos encontrar casi de todo en esta edición: epigramas, elegías, epitafios, cartas, poemas de amor, o cuadernos de viajes. 

Son estos últimos lo que más me ha impresionado. En especial el “Cuaderno de las insulas extrañas”, fechado en 1981, con forma de prosa poética y fabricado con metáforas y descripciones que hacen volar la imaginación sin ningún límite sospechado.

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