Los libros de la isla desierta: La fórmula preferida del profesor, de Yoko Ogawa

Los libros hermosos, complejos, útiles, profundos, que te arrastran a realidades que interiorizas como propias, suelen aparentar precisamente lo contrario.
Esta novela de la afamada Yoko Ogawa, best seller en Japón, es un objeto delicado, sencillo, aparentemente pequeño. Podría ser una pompa de jabón, una fina porcelana o un gatito recién nacido. Es un texto sencillo sólo en apariencia que desde el primer capítulo cautiva y conmueve. Una historia que le valió a su autora premios en su país y la fama mundial.
La editorial Funambulista ha apostado por la autora creando incluso una colección completa dedicada a ella. Después de ser arrastrado a una lectura compulsiva de la novela que reseño, aplaudo la decisión del equipo de Max Lacruz.
La novela, un relato en primera persona, una sucesión de memorias o recuerdos de un ya lejano 1992, nos narra los meses que una madre soltera y trabajadora en una empresa de asistentas de hogar, pasó trabajando en casa -más bien cobertizo- de un eminente profesor de matemáticas retirado. El profesor tiene una peculiaridad -quizá sea su carácter lo que hace que nuestra protagonista sea la novena trabajadora que la empresa envía a casa del profesor-. Años atrás, en la cumbre de su carrera, sufrió un aparatoso accidente automovilístico que afectó a su cerebro, causándole una dolencia que hace que su memoria sólo dure 80 minutos. Esta circunstancia -que Christopher Nolan llevó al cine en su soberbia Memento– obliga a profesor a llevar notas cosidas a su ropa para recordarle las cosas importantes. Cada 80 minutos, su memoria retrocede al año 1975, cuando tuvo el accidente. Como en una cinta de video que graba sobre grabado, la asistenta deberá presentarse cada día y pasar de nuevo el interrogatorio al que la somete el profesor, que no la reconoce pasado ese tiempo.
La protagonista tiene un hijo de diez años que hará las delicias del profesor y con quien comparte su pasión por el baseball. Así, el profesor le enseñará matemáticas y el niño se convertirá en su amigo.
El libro trata de lo que permanece, de lo que perdura y de lo que se desvanece en el tiempo. Capa sobre capa, la memoria dura lo que somos capaces de amarrarla. Las fotografías, los cromos y las notas del profesor lo anclan a la realidad mientras que su memoria se extingue. Las verdades eternas -las fórmulas matemáticas- se contraponen al “todo fluye, nada permanece” de Heráclito. Los meses con el profesor desaparecerán en su frágil memoria pero su huella permanecerá en la protagonista y en su hijo, porque como en el baseball, el profesor golpeó sus vidas y cambió sus trayectorias para siempre.

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