El Mundo publica este artículo sobre la mesa redonda del jueves pasado y el libro "El ordenador emocional" de José Antonio Jáuregui

La desaparición que amenaza a los libros de los escritores recién fallecidos no se cumple cuando éstos cuentan con discípulos, lectores, amigos o familiares que los defienden y reivindican. El caso del antropólogo y unas cuantas cosas más José Antonio Jáuregui es paradigmático a este respecto. Fallecido en 2005, Jáuregui cuenta con una legión de todo lo dicho. No ya familiares (él tuvo cinco hijos), a los que el amor y la fidelidad se les supone, sino lectores, amigos y colegas, etiquetas que no son excluyentes. Incluso quienes no le conocieron en persona, pero sí por sus obras.
Este es el caso de Max Lacruz, editor de Funambulista. Fiel a su principio de publicar voces nuevas o no nuevas pero que conviene que no se dejen de escuchar, ha querido recuperar algunos títulos importantes de José Antonio Jáuregui. Ha empezado por El ordenador emocional, y con motivo de la reedición se ha celebrado una mesa redonda en la Fundación Ramón Areces en homenaje a este pensador que rompía moldes y cuyo 75º aniversario se habría cumplido este doce de diciembre. El lugar no podía ser más adecuado, ya que dicha Fundación acogió un simposio internacional dedicado a Cerebro y Sociedad y dirigido por Jáuregui en 1995, y antes le había concedido una beca para escribir el libro.
La mesa redonda fue una muestra del cruce de disciplinas que practicó siempre Jáuregui, humanista heterodoxo y de talante tan poco académico como impresionante era su currículum universitario. El catedrático de Psiquiatría y Psicología Médica Luis de Rivera destacó su capacidad para intervenir en campos distintos, la unión en él de erudición y una curiosidad casi infantil que le llevaba a asombrarse de las cosas del mundo y de sus propios descubrimientos. "La experiencia humana es psicobiosocial", añadió, "y Jáuregui lo demuestra al partir del polo social (el mundo es su estudio de campo), progresar hacia la dinámica psicológica e incidir en los mecanismos biológicos, coincidiendo con grandes neurólogos que partían del polo opuesto". De Rivera afirmó estar impresionado por la viveza intelectual, la curiosidad y la capacidad para ocuparse de todo de quien fuera su amigo desde 1978.

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